La ciudadanía como concepto y guía simbólica de una forma de vida democrática cuenta con mayor tradición y respaldo histórico en los Estados Unidos
que en España. Sobre ello no debería haber mayor discusión. Allí creció asociada a los pilares constitucionales del país. Aquí se ha desarrollado a intervalos de
progreso hasta alcanzar, después de nuestra Carta Magna de 1978, velocidad de
crucero y expectativas de razonable optimización.